El individuo ante el colectivo en una heladería


Esta no es mi heladería, pero es una heladería

Una de las muchas ventajas de viajar y conocer de cerca diferentes culturas es que permite establecer comparaciones subjetivas, pero basadas en hechos concretos, entre la/s cultura/s de la/s que uno proviene y la/s que se encuentra en su deambular.

Es fácil caer en cualquiera de los dos extremos de la crítica cultural: la subjetiva basada en creencias popularizadas (que implica una amplia dosis de exotismo + prejuicios/racismo) o la comúnmente entendida como científica, que realiza estudios cuantitativos objetivos y luego ofrecen conclusiones que no dejan de ser, por mucho que pretendan rigor matemático, interpretaciones subjetivas de los datos (Our descriptions of the world are always partial, selected and filtered).
Pero yo estoy en una heladería en el centro de Berlín, en la que un chico y una chica del norte de Italia (Veneto, creo) están atendiendo a un sin fin de personas de diferentes culturas y grupos étnicos, algunos de los cuales viven en esta babel alemana, mientras que otros están de visita. Y cada uno hace cola a su manera, se relaciona con las personas que lo rodean de modo diferente y se comporta en este espacio público como considera adecuado. Esto quiere decir que algunos parecen estatuas inmóviles, moviéndose solo cuando la fila avanza, otros están escuchando música y bailando ligeramente en los escasos centímetros que le permite la distancia entre quien le precede y quien le sigue, otros se apoyan contra las paredes o se sientan en el suelo de la heladería… Y yo me pregunto por la relevancia general de estas diferencias, según mi percepción personal.
Lo interesante de la escena en la heladería es que me enfrenta a mis propios prejuicios sobre cómo se interaccionan diferentes culturas con lo que les rodea, que podría reducir a dos extremos: hay quien está atento a no molestar a otras personas, hasta el punto de moverse continuamente para facilitar la entrada o salida de gente del local, y hay quien está sentado hablando a voces por el teléfono sin importarle que la gente tenga que maniobrar a su alrededor para entrar en la tienda, o ir hacia la puerta con la compra, dependiendo del momento. El chico que espera llega a la caja, pide y paga, mientras que el chico que estaba sentado en el suelo hasta que el cliente precedente se da la vuelta con su helado sigue hablando por teléfono (le dice a su interlocutor que está en una heladería y tiene que elegir sabor), y recuerda, solo al final, que su cartera está metida en la mochila y que sacar el dinero requerirá el uso de dos manos, y un poco de tiempo. Obviamente todo esto está filtrado por mi percepción, fruto de una cultura y experiencia vital concreta.
Pensando en la escena de la heladería no puedo evitar sentir cierta simpatía por el chico que se mueve de un lado a otro, aunque resulta casi cómico en su excesiva consideración (hay espacio suficiente a su alrededor para que la gente pase), y confieso sentirme irritado por la falta de civismo de quien se sienta en el suelo, con una mochila imponiendo su espacio personal y ocupando un metro de heladería, mientras el resto tenemos centímetros de libertad en nuestra espera y luego nos hace perder tiempo a la hora de pagar… aunque reconozco que él está mucho más cómodo que ninguna otra persona en fila y posiblemente lleva una vida más relajada.
Para mí la diferencia entre los dos clientes de la heladería simboliza perfectamente dos extremos de la línea que lleva del colectivismo al individualismo. Parafraseando a Darwish y Huber, el individualista piensa en sí y los suyos, mientras que el colectivista piensa en grupos más amplios.
Individualistic cultures emphasize promoting the individual’s and his/her
immediate family’s self-interest (underlining individual rights, not responsibilities),
personal autonomy, privacy, self-realization, individual initiative, independence,
individual decision making, an understanding of personal identity as the sum of
attributes of the individual, and less concern about the needs and interests of others.
As examples of typical individualistic societies, Australia, Great Britain, Canada the
US are named. Collectivistic societies, on the other hand, emphasize loyalty to the
group (while the group in turn cares for the well-being of the individual), emotional
dependence on groups and organizations, less personal privacy, the belief that group
decisions are superior to individual decisions, interdependence, an understanding of
personal identity as knowing one’s place within the group, and concern about the
needs and interests of others. As typical collectivistic societies China, Hong Kong,
India, Japan, Pakistan and Taiwan…

Individualism vs. Collectivism in Different Cultures: A cross-cultural study

 

Sé que no es muy científico hacer sociología de heladería, y utilizo esta anécdota solo como introducción para confesar que, en muchas ocasiones, mi experiencia concreta con gente de determinadas culturas se ajusta bastante bien a los datos generalizados sobre dicha cultura. Siempre hay sorpresas que se desmarcan de las estadísticas, porque, al fin y al cabo, somos personas con la capacidad de decidir cómo actuar en cada momento, aunque en muchos casos la inercia normalizada de lo que se hace, cómo se hace y cuándo se hace en nuestra casa se impone a la potencialidad de cambio y decisión del individuo.

Hay muchos estudios que analizan la identificación con los rasgos individualistas o colectivistas en diferentes partes del mundo, pero, quizás por cercanía, me llama la atención este mapa sobre la situación en Europa, creado como una visualización del impresionante estudio realizado por el psicólogo social Geert Hofstede.

No se trata de que los españoles seamos más individualistas que los portugueses pero menos que los finlandeses, sino de que dentro de un mismo país existen diferencias significativas. Fijémonos en el caso de Italia, un país que presenta seis niveles de individualismo… que responden casi perfectamente al estereotipo sobre la marcada división intra-cultural del país entre norte, centro y sur, siendo el norte más parecido a la norma centroeuropea, con valores de desarrollo individual, y el sur más idiosincráticamente italiano, con fuertes valores de grupo, no solo familia.

Como persona crecida en Asturias, una región que, según el estudio y mi percepción desde dentro, tiende hacia el colectivismo, veo las consecuencias positivas de una sociedad en la que los individuos aún prestan un poco de atención a las necesidades de quienes les rodean. Como persona que lleva 12 años viviendo en países que tienden al individualismo (EEUU, 91%, Holanda 80%, Alemania 70%) también veo las ventajas de una sociedad que incita a desarrollar las inquietudes personales sin dar demasiada importancia a las presiones de terceras personas. Ambos extremos, el 100% y el 0%, me resultan inconcebibles, y mi origen cultural y experiencias vitales hacen que me sienta más cómodo -sorpresa- entorno al 45%, nivel más individualista presente en la norma de mi región, aunque no viva allí desde hace años.

Cuando veo situaciones como la de la heladería no puedo dejar de pensar en aquel hombre que falleció tras dos horas desangrándose en una calle de Nueva York, periodo en el cual más de 20 personas pasaron junto a él.

Más allá de la moralina fácil, me pregunto a menudo hasta que punto yo soy más importante que mi comunidad, los otros. ¿Cuál es mi valor si no soy parte de nada más grande que yo mismo? ¿Dónde está la línea en la que mi generosidad con el grupo hace que pierda mi significado como persona?


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