Uber y Airbnb, intermediarios en decadencia y las auténticas redes sociales


Uber, Airbnb, puntos en el mapa al futuro
Uber, Airbnb, puntos en el mapa al futuro

Llevamos unos 20 años hablando de «nuevas tecnologías», pero hasta hace poco los cambios introducidos por ese conglomerando abstracto de internet, telefonía móvil, herramientas GPS… no había causado demasiados problemas.

Ahora, cada vez más, las ventajas de la Red se hacen evidentes en la calle, y no solo en estructuras un poco más opacas como la economía o las comunicaciones. Ahora resulta que el calificativo «social» quiere decir realmente algo y está cambiando la forma en que vivimos, acabando, de paso, con otras formas de hacer las cosas.

Un ejemplo de este proceso de cambio, y los roces que origina este cambio de paradigma, es Uber, la compañía que pon en contacto a personas que van en coche a alguna parte de la ciudad, con otras que quieren ir a la misma parte. La persona que conduce se lleva algo de dinero (en Barcelona un trayecto de 20 minutos y 5 KM cuesta 10€). Obviamente esto es más barato que coger un taxi. Y el gremio de taxistas se queja, porque ven en esto competencia desleal e ilegal. Y, según la legislación vigente, tienen toda la razón.

Otro ejemplo que se cita mucho al hablar de Uber y la polémica suscitada es Blablacar, que sigue un esquema similar, pero aplicado al desplazamiento entre ciudades y quienes conducen no ganan dinero con ello (en teoría, al menos) sino que cubren los gastos de la gasolina… algo que la empresa se toma bastante en serio, poniendo límites a los pecios aplicados. En Alemania, onde vivo, existen varias empresas similares, y tengo que decir que las utilizo con cierta frecuencia desde hace seis años, sin haber tenido ni un solo problema.

Pasa lo mismo con Airbnb, la web que nos permite alquilar un apartamento privado o una habitación en un piso… tratando directamente con los propietarios. Hay multitud de opciones con diferentes precios para pasar un par de noches, una semana o un mes en diferentes ciudades de todo el mundo.

Y todos estos ejemplos pueden sonar un poco más extraños pero a poca gente le suena raro ya eso de comprar y vender cosas por internet, sea Amazon, ebay, o cualquier otro mercado en que vendedores y compradores se conocen solo a través de una interfaz web.

La primera empresa, además de causar la ira de los taxistas (comprensible pero de difícil solución) y salir inmediatamente foralecida de sus protestas, está sufriendo el acoso e diferentes países dentro de la UE (en EEUU funciona perfectamente desde hace años) la segunda se mantiene, de momento, fuera de peligro porque opera entre ciudades, pero las empresas de autobuses están mirando con recelo su crecimiento. Y la tercer está sufiendo las iras de las cadenas de hoteles de todos los países, porque cada vez más gente prefiere el trato personal a las tarjetas de puntos por huesped habitual.

Éstas son redes verdaderamente sociales, puesto que se forman a partir de grupos de personas que interactuán unas con otras y se apoyan para llevar a cabo unas determinadas tareas. Si yo quiero ir a algún sitio y alguien me lleva, a cambio de una contribución económica, tengo la seguridad de que la transacción queda registrada en la web y o puedo decidir si quiero o no viajar con esa persona. Si decido quedarme en un apartamento privado en Barcelona, puedo ver las fotos online, saber exactamente cuándo voy a pagar y ver las opiniones que otras personas tienen de la experiencia. Si algo va mal, la empresa se encarga de solucionarlo, para cualquiera de las partes implicadas.

La implementación de sistemas de recomendación fuertes permite que, quien no da un buen servicio, reciba inmediatamente críticas que sirven para alertar a futuras personas interesadas.
Esta forma de autorregulación y organización va en contra de una implicación estatal fuerte… y funciona, al menos a la escala en que ahora tiene lugar. Mi experiencia, como usuario de estos servicios ha sido siempre buena. Los fallos que se han podido producir son los mismos que al alquilar un coche o reservar una habitación de hotel por internet. Entiendo el problema que pude surgir si la gente no paga sus correspondientes impuestos por llevar a cabo actividades que implican el intercambio de dinero, pero estas actividades también generan riqueza y cumplen una misión de manera más satisfactoria que otras herramientas existentes. ¿Quién sale perdiendo aquí?

Neelie Kroes, vicepresidenta de la Comisión Europea y comisaria de Agenda Digital, manifestó recientemente su indignación ante la decisión de Bruselas de prohibir el uso de Uber en dicha ciudad. Como explica la vicepresidenta, la prohibición no refleja un intento de conciliación sino una negación de la situación real y un intento infantil de poner puertas al campo, ya que es muy difícil implementar una medida así… a no ser que, dice Kroes, la policía de Bruselas se dedique a espiar los móviles de los ciudadanos.

¿Tememos que nos estafen y no tener ninguna defensa? ¿El desmoronamiento de nuestras sociedades?

… o, quizás, no somos nosotros quienes están creando todo este alboroto. Quizás estamos viendo una exageración de las maldades de este modelo de negocio/prestación de servicios propagada por empresas cuyos modelos de negocio (generalmente de intermediación entre dos partes que ya no les necesitan) están en vías de extinción.

 

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