quiénes somos y cómo nos relacionamos con nuestras memorias


estamos asediados por diferentes modelos de cómo debemos ser, de cómo debemos comportarnos, cómo debemos vestir, hablar, qué tipo de música debemos escuchar… para ser qué determinado tipo de persona.

vivimos en mundos de imagen, en narraciones que son ahora más numerosas que nunca -basta con pararse a pensar entre las visiones contradictorias de hombres y mujeres que podemos ver triunfando en cine, televisión, música, literatura…- y no es difícil perderse, porque muchas de ellas nos pueden resultar atractivas. no m extraña que muchos hombres quieran ser capaces de llorar sin renunciar a salvar a la chica cuando una catástrofe pasa, o que haya mujeres que quieran conjugar su vida como profesionales de éxito con ser madres y esposas amantísimas, sufriendo en ambos casos y géneros las tensiones de estar en varios paradigmas a la vez: quizá el ideal sea que el hombre con sentimientos cambie a «modo Bourne» cuando las cosas se tuercen, o que la ejecutiva agresiva disfrute de la doble jornada para mantener su papel de madre de las de toda la vida… pero en la vida real esas cosas no pasan demasiado.

antes o después, en este desesperanzado principio de siglo, todo el mundo se da cuenta de que nos somos lo que se espera que seamos… estamos un poco más allá del estereotipo que esperamos cumplir -como profesionales de X, como amigos, como familia…- así que tenemos que lidiar con nuestra propia a-normalidad cómo podemos. pero el caso es que no somos para nada la excepción. pasa lo mismo con el matrimonio / pareja completamente feliz… ¿cuántos de esos conoces?. y no me vale lo de «es que de esos no hay» porque antes se suponía que sí… pero ahora el peso de la evidencia y la aceptación del tema como algo de lo que se puede hablar hacen más difícil que se siga pensando eso de que el amor se escribe con mayúsculas incondicionales.

recapitulando: tenemos demasiados modelos haciendo presión en nuestros grandes egos y pequeñas cabecitas. bueno, y en algunos contextos -como el español, lo digo desde el cariño a mi propia tradición patria- no estamos aún muy acostumbrados a seguir nuestro camino -¿nunca he hablado del terrible «Qué diran»?.

y de ahí los grandes dramas adolescentes en personas de 35 años, que de repente se sueltan la melena y se deciden a probar todo lo que debieron probar quince años antes y no hicieron por falta de espacios de desarrollo personal. o la precocidad abrumante de adultos disfuncionales a los 12 años. cosas de los modelos con los que creces. le puede pasar a cualquiera, realmente. quién no esté traumatizado que levante la mano. pero ahora la esquizofrenia es brutal, y no estamos educados para lidiar con ella, para vernos como personalidades plurales. para darnos cuenta de que ser uno es ser varios en origen.

lo interesante es que está época también está viendo el mayor desarrollo en la historia de las tecnologías de la memoria: teníamos el papel y la fotografía, y la música e incluso el cine… pero es que ahora tenemos formas de compartir recuerdos con millones de personas y de vivir vidas pseudo-alternativas gracias a las maravillas de la telecomunicación informática. así que almacenamos tantos recuerdos que no podemos acceder a todos ellos: tenemos miles de fotos en nuestro móviles, en nuestros ordenadores, nos contamos historias que compartimos con miles de personas a través de la red, creamos perfiles de nosotros mismos en redes sociales y no nos damos cuenta de que estamos mostrando quiénes creemos que somos y quiénes queremos ser frente a los demás. fíjate en el perfil de facebook/tuenti/estudielenco/… de tus amistades, siempre es divertido ver las contradicciones. mi facebook es una mezcla y un caos de personajes que en realidad responden a diferentes contextos, supongo que como la vida misma, ¿no?.

es interesante dedicar un poco de tiempo a pensar en quiénes somos y en qué imagen tenemos de nosotros mismos. qué fotos compartimos con nuestras amistades y cuáles con la familia y con nuestras compañeras de trabajo…

es un tema increíblemente interesante…


2 respuestas a “quiénes somos y cómo nos relacionamos con nuestras memorias”

  1. «Todo espíritu profundo tiene necesidad de una máscara». Eso decía Nietzxsche y Trías lo tomo como lema de su «Filosofía y carnaval». El «yo» identitario ha muerto y los contenidos son plurales. Es cierto, no estamos preparados para la época que nos toca vivir. Incluso los que mejor se adaptan se han disgregado en tantos centros diferentes que nos resultan alienígenas (en el mejor de los casos) y farsantes (en el peor de ellos). Ya no hay, por decirlo al modo fenomenológico, una unidad de sentido para los habitantes del «lebenswelt». La tensión se produce porque la necesidad de gobernar la incertidumbre de la desidentidad es gigantesca. No somos entidades, somos relaciones, y eso significa que gestionar el carnaval es fundamental para permanecer en la antesala de la felicidad o, dicho de otro modo, mantener bajo control nuestros lazos emocionales. Para ello, o hacemos el esfuerzo de vivir en mundos muy pequeños, o separamos esquizofrénicamente nuestras máscaras, o aceptamos que la identidad no es para tanto y hacemos de esa loca y atormentada variedad nuestro modo de ser para el mundo. Eso no significa caer en la locura. Ser diverso es consecuencia de ser versátil y elástico, y uno acaba tejiendo un fondo para sus múltiples «apariciones». Hay un camino de curación que ha de partir necesariamente de la comprensión, consciente o inconsciente, de uno mismo como «potencia». Debemos, creo yo, empezar a pensar terapeúticamente en nosotros mismos.

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