Hay que ser osados


¿te acuerdas de cuando eras más joven y tenías más energía?, vamos, no hace tanto tiempo de eso. te comías el mundo a bocados y aún podías decir cosas como «cuando sea mayor». pero en eso estás, en ser mayor. y las cosas no son exactamente como te las habías imaginado. claro que has aprendido mucho y que no cometes algunas estupideces de las que abundaban antes… pero otras las sustituyen. eso me gusta.

lo que no me gusta nada es darme cuenta de que he perdido una gran parte de mi capacidad de sorpresa e ilusión. hace medio año esa sensación de apatía me golpeó en lo alto de la pirámide de la Luna, en Teotihuacán. I estaba hermosamente entusiasmada mirando alrededor y yo acababa de sacar una foto de la explanada. una foto hermosa. entonces me di cuenta de que me dolían un poco los pies y que tenía hambre. pero nada de latidos alterados o lágrimas en el borde del lacrimal. eso me puso bastante triste. pocos días después de eso, en Chiapas, visitamos la maravillosa cascada de Misol-Xa y yo sentí no sintir dentro de mi tanta belleza como estaba contemplando. así que el azar -o algún dios al que le caigo bien- me insufló una idea osada: subir poe el pequeño camino que llevaba al nacimiento de la cascada. I estaba enferma así que fueron 10 minutos de ascensión en solitario. primero por el camino y luego, casi en vertical, agarrado a las cuerdas, procurando no resbalar y partirme la crisma en tierra extraña -y tan familiar-. cuando llegué arriba, a la cueva junto a la boca de la cascada, miré hacia abajo y lo vi. ahí estaba el sentimiento que estaba buscando. a veces no basta con querer algo, hay que ir a buscarlo; hay que hacer el esfuerzo de abandonar nuestra cómoda tranquilidad y recorrer el camino que nos lleva a él.

luego bajé por el camino precedido por unos 5 niños que también habían subido hasta la cueva -aún me pregunto ¿cómo subieron, con lo jodida que era la última parte?, ¿había otro camino?, quizá-.

desde entonces me sorprendo temiendo dejar de sorprenderme ante lo hermoso. aveces sucede, pero eso quizá sea porque en ocasiones tengo mal gusto. últimamente me pasa con los chistes. qué se le va a hacer. el tema está en que es bueno saber que si buscamos controlar todo nuestro mundo, de la manera que sea, corremos el riesgo de cerrarnos a lo que nos rodea y privarnos de disfrutarlo.

hay que ser osados -dijo M hace unas horas- y tiene razón. debemos ser conscientes de la realidad, maduros para tomar y aceptar decisiones, y ese tipo de cosas. sí. pero si nos acostumbramos corremos el riesgo de ser más adultos y mucho más aburridos. ganamos quizás en precisión pero nos olvidamos de la pasión. por eso ya casi no escribo poemas en las mesas de los bares. por eso, también, el marido germano del que hablaba hace un par de posts se ha aficionado a las «reuniones de trabajo» con Anne Marie en vez de irse a casa con su trabajadora esposa española. porque busca ser osado -y consigue ser 1) adúltero y 2) vía de escape a mi ira-

reivindico el apasionamiento como fuerza motriz. a ver qué pasa.

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3 respuestas a “Hay que ser osados”

  1. Hay que ser osado.

    Porque todo sentido es provisional.

    Porque sin pasión no merece la pena jugar.

    Porque es la única forma de engañar a la vida para que te sorprenda.

    Y, sobre todo, para que los logros que no son fruto de la osadía no terminen por encarcelarnos.

  2. Hum…..

    Exístía un tecnicismo que definía la experiencia del autor en la cima de la pirámide. No viene a ser otra cosa que exceso de estímulos para los sentidos. Cierto artista aquejado de esta «enfermedad» se desmayó simplemente tras no se cuantas horas en no se que museo… (investigaré sobre ello).

    Aun cayendo en el manido «a mí también me pasó», confieso que las pirámides de Egipto, desde las cuales los siglos nos contemplan, hicieron brotar en mí un decpecionante: «ahm…era esto, parecían más grandes…». (Estaba carcomido por las fiebres, es mi única excusa).

    En fin, estos arrebatos de madurez no son irreversibles. Basta romper por una temporada con el espacio y el tiempo, para sentir en el cuerpo la emoción de volver a ser cazador-recolector. Los placeres calisténicos de una amante son para comentar aparte.

  3. No se si los logros no osados nos encarcelan, pero sí que nos anquilosan y hacen dependientes de excesivas entidades/personas ajenas a nosotros mismos.

    Respecto a lo que dice el Caballero, es verdad que aún hay situaciones que nos ponen en el camino del sentir… aunque al final reconozcamos que sólo fue un chute de adrenalina o endorfinas con regusto salado.

    El síndrome de Stendhal no me toca demasiado, es una pena, supongo.

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