¿Cracovia? Bien, dzinkuje


Hay edificios que llevan su historia escrita en cada una de las grietas que marcan su fachada. Las remodelaciones, las partes originales, las mezquindades de la edad. Y si miras lo suficiente puedes leer la historia del lugar en que te encuentras. Eso me ha pasado con esta casa desde la que escribo -son las 11:46 del miércoles 20 de febrero- lo que postearé en cuanto tenga conexión. Esta casa tiene una historia que me saltó encima en cuanto pisé su sucio rellano: se llama “Start Point”. Si me preguntas por qué en inglés y no en español o en polaco… supongo que te respondería algo medianamente honesto, como que mi snobismo tiene en los últimos tiempos un recurrente fraseo anglófilo -el emperador me lo perdone-.

Start Point, pues. Nuestra casa de acogida en Cracovia.

La primera noche que pasamos aquí, después de deambular como viajeros con hábitos turista a -1º, fue la más fría que he sufrido en mi vida. Principalmente porque a nuestra amiga se le olvidó comentarnos cómo coño se encendía la calefacción -una especie de estufa que claramente ya no funcionaba a carbón-. La consecuencia directa de ese olvido fue que I y yo disfrutamos de una agradable temperatura de 0º por la noche dentro de la casa. Dormí con dos camisetas, un jersey, calcetines y gorro para evitar lo inevitable. A la mañana siguiente visitamos la ciudad con las gargantas en flor. Y ese fue el sábado más frío desde mis tiempos en Bretaña. Hubo -8º que se dice pronto pero se sufre despacio, sobre todo cuando sopla viento que agrava la sensación. Pero nada de eso impide que Cracovia, como dije a M cuando me habló de cierto soneto que aún! no he podido leer, sea una vieja dama cubierta de sucio armiño. Todavía elegante pese a las numerosas arrugas y el falso brillo de sus remplazadas joyas.

Continuación del 21/02

Con esa primera noche y primer día como base… qué coño se podía esperar del resto. frío y calor a intervalos no siempre equidistantes. Visitamos el castillo -no pudimos entrar en la cueva del dragón, parece que sin su antiguo inquilino el sitio se hiela en invierno-. Pateamos el barrio judío (Kazimierz) y comimos en uno de los mejores restaurantes que he pisado, el Ariel. Desde ahí todo se hizo un poco más monótono… principalmente porque los dos acabamos jodidos de la garganta -esas temperaturas se pagan- y terminamos pasando dos días en actividad mínima y uno en media.

Tampoco es que haya nada malo en quedarse en casa viendo nevar a lo polaco.
Pero la ciudad me parece triste. Quizá sea el frío o quizá que la gente no sonríe mucho… todo el tiempo tuve el sentimiento de estar en una película en que buena gente iba a acabar jodida por el sistema… algo así. Cierto es que hubo momentos de hermoso surrealismo, por ejemplo cuando fuimos a comer a un antiguo «Milk Bar» de la era soviética, transformado en cantina barata para estudiantes… y ancianos melancólicos que van allí a comer como hicieron durante tantos años con el resto de camaradas trabajadores. Pondré fotos en Flickr para que lo podáis ver, merece la pena.

El resto es muy largo de contar así que invítame a un café y te cuento el viaje en sí. Te hablo de aviones aterrizando en diagonal y de porqué ser un turista es ser una mierda, cada vez más.

Esto no va de eso…

… y yo quiero quitarme este post del medio. Para poner otras cosas.

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3 respuestas a “¿Cracovia? Bien, dzinkuje”

  1. Nos aseguraremos de que tengas el cuarto bien caldeado cuando vuelvas y cambies una vieja y bella dama por otra.

    Ahora a disfrutar hasta el embarque.

    Y dale a I un abrazo de parte de la tropa asturiana. A canjear desde el momento en que nos volvamos a ver.

    Kisses!!!

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