todo el mundo es experto en algo


… aunque no siempre tengan un título que lo confirme.

hace poco me vi en una situación en que la persona encargada de guiar una charla tenía menos idea del tema del que hablaba que varias personas en «el público», y ella lo sabía. ¿acaso preguntó por la opinión, experiencias o perspectivas de las demás?, claro que no. nos soltó su interesante rollo y quiso terminar con una rueda de preguntas que se le fueron de las manos tras la segunda pregunta que no supo contestar. ¿el problema?, que no reconoció el valor de las experiencias ajenas porque nadie en aquel entorno pertenecía a la élite que ella suponía -supongo yo- era la encargada de custodiar aquel conocimiento. y muchísima gente comete ese error.

veamos: si yo quisiera crear una página web donde se presentaran y revisaran actividades e iniciativas culturales relacionadas con la Internet, por ejemplo, a nadie le sorprendería que yo fuera a buscar a gente que por sí misma se interesa en esas cuestiones en vez de reducir la muestra de búsqueda a, no sé, personas con una titulación en informática o en historia del arte o filosofía solamente. lo que importa no es tanto esas etiquetas como la experiencia vital, la capacidad, el interés… o una mezcla de todas la anteriores.

eso de valorar a las personas por quiénes son y no por quiénes se supone que son es un poco «ciudadanía 1.1, curso elemental», pero nos sigue costando mucho.

por eso, porque me gusta saber de gente que hace las cosas un poco a contracorriente y entiende que si una persona hace mucho algo, hay muchas posibilidades de que sea buena en ello. hablo tanto de personas y gente en abstracto porque realmente creo que cualquiera puede

contribuir con algo insospechado para el bien común, y que muchas veces

eso nunca llega a darse. y es una pena.

pero noticias como la que leo en el CentreDaily me hacen ver que hay otra gente -gente con poder, con capacidad de actuación- que hacen cosas tan interesantes como cambiar a los críticos de libros «profesionales», de los que llevan veinte años viendo defectos en los libros que nuca serán capaces de escribir, por escritores locales, que no tienen mucha fama pero conocen el oficio porque se dedican a ello. así que Sandy Thatcher, de la Universidad de Pensilvanya, ha puesto en marcha un programa por el cual los libros pasan por las manos de 40 crític@s que algunos considerarían amateurs pero que hacen, parece ser, un trabajo perfecto -¿por qué debería ser de otra manera?-.

si ya aceptamos que el conocimiento está disperso y que la generación del mismo ya no depende únicamente de los centros umbilicales del saber -sean iglesias, universidades o redacciones de periódicos- ¿por qué no dar el paso y aceptar que las personas que se forman para un determinado trabajo no siempre alcanzan la calidad de quiénes, por la razón que sea, se dedican aeso mismo de manera oficiosa?.

ahí va otro ejemplo: si tengo una duda sobre algo relacionado con una serie de televisión que escapa mi conocimieto, ya no se me ocurre ir a una guía «autorizada» de televisión porque sé que me contarán alguna tontería, sino que se la pregunto a algún amigo que está al tato de todo, o lo busco en chicadelatele o pido ayuda a San Google porque entiendo que hay más expert@s fuera que dentro de los canales tradicionales.

cuando oigo hablar de expertos en algo, a no ser que requiera una formación terriblemente exclusiva, me quedo con las dudas de quién les habrá dado ese título y por qué.

muchas veces conocemos a alguien «que lo haría mucho mejor que ese de ahí»… y puede que sea verdad.


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