hablando con I me doy cuenta de cuántas personas menores de treinta años conozco que están recibiendo tratamiento psicológico o psiquiátrico por voluntad propia o por petición ajena. la verdad es que ninguna de ellas es de España, pero puedo pensar fácilmente en amigos y amigas de Alemania y Estados Unidos.
me llama la atención también que la mayor parte de esas personas son chicas y de las que a primera vista podrías pensar que llevan una vida feliz: tienen su propio apartamento, amistades con las que hacen cosas con relativa frecuencia, una vida familiar no demasiado complicada -aunque, como dice Coupland, All families are psychotic-. y sin embargo ahí están, con una serie de problemas de esos que te impiden dormir por las noches, hacen que pierdas el gusto por la comida y que dejes de disfrutar la presencia de tus amigos: la Big D, la sucesora de la crisis -incluso de la económica- la desoladora Depresión.
I me hizo una pregunta: ¿cuántas personas de tu entorno directo van al psicólogo? y yo le expliqué que en España aún tenemos esa visión terrible de las consultas psicológicas como un sitio al que van los enfermos… y que eso es algo malo o que te identifica como una ser humano defectuoso -imagínate si dijeran lo mismo de quien va al médico de cabecera…-. y que quizá por eso no conozco a nadie que haya ido nunca a terapia. y quizá porque en España nos tomamos la vida con más calma, y ese es un tópico que cada vez tengo más claro y que cada vez me gusta más, a pesar de las consecuencias negativas que pueda tener. y quizá porque aún no confiamos en quienes ejercen la psicología…
llevando las vidas que llevamos, teniendo que competir con mucha gnte para encontrar un hueco en el que, por ejemplo, poder trabajar, vivir o tener sexo… ¿como no vamos a tener problemas?. ¡incluso en España!. pero supongo que la vida social que tenemos en nuestro país hace que sea un poco más fácil evitar esas situaciones de total aislamiento que puedo imaginar -o que he visto- en otros países cuando a las 5 de la tarde cierran todos los negocios y a las 9 la mayor parte de locales de ocio -salvo algunos restaurantes- si estás solo, te quedas solo. en España puedes verte con tu gente cualquier día de la semana, casi hasta la 1 de la mañana sin demasiado problema. no quiero decir que con eso se evita una depresión, ya sabemos que no es así como funciona, pero sí creo que hay una relación directa entre la gente que puedes tener a tu alrededor y el nivel de soledad que puedes sentir. y eso influye ante la llegada de Ms D.
pero al final, si las cartas te salen mal y la serotonina se va por el suelo, tienes que lidiar con esa bestia negra con la que parecen estar lidiando muchas personas más cada años. aunque la mayor parte pasa sin ser diagnosticada, se la considera ya una pandemia.
vengo de un entorno en el que la enfermedad mental es una cosa de ancianos, algo que llega «si no te secas antes» y ya está. y sin embargo estamos rodeados de neurosis de todos tipos, de filias y fobias con que convivimos sin cuestionárnoslas. hay quien no quiere hablar por teléfono y quien se enfurece si alguien ocupa su silla en el bar de la esquina. hay quien ve en las sonrisas de los demás una constante burla de sí mismo y quien busca excusas en su humanidad para verse como un monstruo. de todo, como en botica, y más.
Una respuesta a “peligros de la vida moderna…”
Será cosa de la filosofía el hecho de que yo sí conozco a bastante gente de mi entorno directo que, por una razón u otra, se ha puesto en manos de psicólogos. Creo que a ti algún caso cercano se te ha pasado. Eso sí, todas las personas que conozco que han estado en esa situación han salido con relativo éxito y han exorcizado demonios. Es cierto, no obstante, que esta contumaz patria nuestra deja márgenes culturales donde resistirse al cruel ritmo que impone la contemporaneidad no es imposible. Y eso ayuda a esquivar la Big D.
Sea como fuere, es una pandemia peligrosa que, como toda enfermedad que se precie, funciona desde una democracia radical, afectando por igual a tipos de mala nota y a expertos en Borges. Más mujeres que hombres, dicen las cifras, y puedo intuir algunas de las razones.
Filosóficamente creo que es la consecuencia de éticas quebradas, sustentadas en un diagnóstico erróneo del mundo, y en la asunción de un proyecto de individuo sujeto a una dominante (y errónea) ideología de la voluntad. Pero eso, supongo, es otra historia.
Buena entrada.