coincidiendo con la polémica de la semana pasada sobre la edad mínima del aborto sin consentimiento paterno -actualmente 18 pero con una propuesta del PSOE para que se reduzca hasta los 16- se está hablando esta semana de las situación de semi-gratuidad de la llamada píldora del día después -en realidad sería la «píldora de las 72 horas después» o píldora postcoital-. leo en Público que en seis comunidades no está financiada, así que si eres violada, se te rompe el condón, se mueve el DIU, eres suficientemente idiota como para no usar protección o has tenido relaciones sexuales con penetración y pasa algo con la píldora anticonceptiva -se te olvida, tienes vómitos poco después de tomarla…- pues en cualquiera de esos casos y en alguno más, tienes que pagar 20€ para tener de un 95% a un 85%, dependiendo de cuándo se tome, de posibilidades de no quedarte embarazada.

soy de los que piensan que los condones deberían ser gratuitos, al menos los de gama básica, sin estrías, colores ni nada de eso. hay muchas ONGs, asociaciones juveniles, centros sociales y otras instituciones en que se regalan… pero no demasiada gente hace uso de ello. no entiendo cómo podemos hablar de «sexo seguro» cuando seguimos teniendo una educación sexual deficiente -me da igual que ahora haya más charlas en los colegios, el sexo sigue siendo tabú en España- y una caja de condones te cuesta mínimo 7€.

en medio de ese panorama se plantea el debate del aborto. un debate sanitario, moral, religioso -no siempre es lo mismo-, incluso económico. después de escuchar muchas opiniones, muy diferentes, sobre el tema -cuando estás en Estudios de Género, el tema del aborto sale antes o después- creo que el único planteamiento que me satisface y que más se parece a un «pacto de estabilidad» es que cada cual haga lo que quiera.

si la madre quiere abortar por las razones que sean -falta de recursos económicos, deterioro de la vida de la madre, no sólo física sino también cualquier variante psicológica- no creo que exista ninguna razón para impedírselo. si alguien cree que eso será una ofenda a las divinidades… bueno, entonces tendrá que dejar la decisión de ofender en manos de quien aborte -a quien, probablemente, no le importen demasiado los metafísicos desvelos de quien no se ve en su situación-.

me molesta que los argumentos anti-abortistas se centren en que el aborto «mata» al embrión y se apoyen en una supuesta conciencia ya desarrollada -apoyándose en pruebas tan mezquinamente manipuladas como aquel vídeo de la ecografía de un aborto, en que la banda sonora se hace cada vez más angustiante, hasta que se transforma un movimiento de feto en un supuesto grito que este lanza antes de ser abortado-. estas técnicas de asimilación del aborto con el homicidio me parece tan simplista que no entiendo cómo lleva tanto tiempo siendo la bandera del movimiento anti-abortista. tampoco entiendo las campañas morbosas que muestran fotos de fetos de varias semanas tras haber sido abortados. tampoco entiendo que eso sea peor que los miles de niñ@s que sufren las consecuencias de nacer en un hogar que no puede/sabe/quiere cuidar de ell@s. ¿cuántas madres -de cualquier edad, no hace falta que sean preadolescentes- ven sus vidas abocadas a un cambio que no desean por un accidente o porque tuvieron un descuido con la píldora, de violaciones ya ni hablo porque me parece obvio?.

¿por qué una vida futura es más importante que una presente?

otra cosa indignante es que un facultativo público -una médica o un médico de la sanidad pública- pueda negarse a recetar la píldora postcoital… eso debería ser delito. y el mismo tema pero en las farmacias -todos conocemos farmacias en las que no se venden condones o estos siempre «se acaban de terminar»- resulta aún más ofensivo.

en fin, este es un tema que estaremos debatiendo mucho tiempo.

yo me quedaría con estos apuntes:

* mejor educación sexual para evitar embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual

* anticonceptivos gratuitos

* reflexión sobre cómo se convierte el cuerpo de la mujer en «objeto público» sobre el que ella no tiene la última palabra -sino la Iglesia, los tribunales…-

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