de bocadillos y amigos -intelectualidad vana-


mossos%2C+utengo un bocadillo. está recién hecho y pienso en regalárselo a mi amigo porque creo que le va a hacer ilusión… pero ¿qué pasa si se lo doy y él cree que lo hago porque a mí no me gusta?, entonces va a pensar que no es un regalo sino un insulto… pero si me ve con él en la mano y ni siquiera le ofrezco va a pensar que soy un tacaño… puedo compartirlo con él… pero entonces va a pensar que soy un idiota por partir un bocadillo en dos, él tiene dinero para comprarse algo de comer, así que a lo mejor piensa que soy un pretencioso -por creer que él me necesita para comer- o un mezquino -por darle sólo la mitad-… así que quizá sea mejor…

al final el bocadillo termina frío, yo con dolor de cabeza y mi amigo sin llegar a enterarse del tema alimenticio.

me temo que eso nos pasa con mucha cosas. a veces, la construcción intelectual que edificamos sobre un problema se convierte en tan importante que olvidamos para qué empezamos a pensar. fíjate que digo para y no por qué.

claro que eso también es una arma de doble filo, porque es necesario teorizar, sin duda… pero en ocasiones se traga el objeto de investigación sin que puedas hacer nada con ello.

ejemplo a toda esta paranoia:

te pasas veinte años debatiendo sobre si las mujeres son esencialmente diferentes a los hombres o no -porque, si no lo son, en cuanto las condiciones culturales cambien, se acabó el problema de los sexos; pero si lo son… bueno, entonces el problema es aún mayor- y al final, ni tienes una idea clara ni has hecho nada más que darle vueltas a la misma idea una y otra vez. porque se trataba de hacer algo, ¿no?, de cambiar cosas y todo eso. no sólo de que en tu currículum feminista aparezca que has estudiado la representación de os genitales femeninos en la antigua Babilonia.

repasando la historia del pensamiento feminista me he encontrado con este debate, que está presente en cualquiera que se meta en el necesario berenjenal de los estudios de género.

el tema está en cuándo dejar de teorizar, dejarlo a medias, aceptar que tu argumento no es sólido, y marcharse las manos con esa cosa llamada realidad que está más allá del hermoso jardín de la deslumbrante torre de marfil.


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